dilluns, de setembre 11, 2006

Huyendo de mi

Últimamente no hago más que achinarme los ojos enfrente del espejo. Después, me toco las caderas e intento reconocer su amplitud. Me pellizco el ombligo. Me palpo los muslos. ¿Los ojos aún son marrones? Sí. ¿Los dedos de los pies aún son horribles? Sí. ¿El pelo, los labios, los pechos, aún son los mismos? Sí.
Cada mañana hago una especie de autoreconocimiento. Tengo la ilusión de despertar en un cuerpo nuevo.
Pero siempre que creo haber cambiado de cuerpo, me traigo de nuevo al mundo, me miro en el espejo con recelo y me digo: Sí, sí. Aún eres yo.