Las noches en las que me escondí tras el cartón que pintaste de plata a modo de luna, se fueron al traste.
Yo siempre me mantenía detrás del cartón quieta, controlando la respiración para que no me encontrases, sin saber aún que nunca me buscarías.
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Las noches tras el cartón de plata se convirtieron en noches de cuentos, de magia y de inspiración. Mientras te esperaba, aparecían y desaparecían por mi mente las heroínas que inventé por si algún día, cuando ya no me quedase nada por hacer, escribía un libro (lo del libro fue por aquello que me contaron que si no escribía uno, no me podría morir). Aparecieron la malabarista con parkinson y la equilibrista con vértigo. Desaparecieron en el momento en que llegó la princesa que jamás besaría a una rana. La última desapareció de repente. Decía que de tan buena y graciosa que era le entraban ganas de besarme y que no podía porque tenía los ojos saposos.
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Las noches en las que me oculté tras el cartón plateado me emborraché varias veces. Aquellas eran noches melancólicas y me acordaba de ti en todo momento. Recordé cómo de tu boca saltaban burbujas rellenas de carcajadas. Yo, que siempre he sido muy celosa, bebía lambrusco mientras me reía, tratando de imitarte. Pero sólo conseguí coger cogorzas tontas. Jamás me emborraché como lo hacían tus burbujas risonas.
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Las noches en las que me escondí tras el cartón de plata que me regalaste fueron emocionantes. Pasaba horas jugando al escondite con mis sombras y me volvían las cosquillitas en la tripa como en antaño sólo con pensar que me encontrarías.
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Hasta que advertí que no me buscabas. Ni que me buscarías nunca.
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Las noches en las que me escondí de ti, tras el cartón de plata que tú me regalaste, viví más de ti sin ti que contigo.
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Hoy, sin embargo, sólo puedo pensar en cómo pudiste regalarme la luna sin venir a buscarme, señorito, si sabías que eso me iba a enamorar.
2 comentaris:
Precioso, niña, ante todo. Fondo y forma totalmente tuyo.
Regalo y regalada son olvidados por el regalador. Cruel venganza merece eso. Cuando empiece a anochecer apaga la luz de tu casa de plata y cuando se de cuenta de la oscuridad completa de sus noches tendrá que desrregalarte la luna si las quiere volver a iluminar.
La luna está regalada
¿quién la desrregalará?
el regalador que olvida sus regalos
buen desrregalador será.
Jeje. Bueno, esto es sólo una prueba de que a mí comentar se me da mal... Empiezo a decir tonterías y eso.
Un besillo.
Todos tenemos un cartón de plata, regalado, robado o creado, donde cobijarnos esperando que alguien querido nos rescate. Está bien que sea plegable, para cuando queramos salir a buscar nosotros a alguien guarnecido en otro cartón plateado.
Besotes
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