dijous, de juliol 15, 2010

la comunidad

eran vecinos. compartían país, bandera y provincia. ciudad, barrio y código postal. parada de metro, calle, portal, ascensor y rellano. y tras el rellano, cada uno su propia puerta. su recibidor, su pasillo y su cocina con sus mármoles sucios. cada uno sus salpicaduras en el espejo, cada uno su lechuga en la nevera. cada uno su cama, doble, de uso individual. y cada uno su frío y su calor y sus lágrimas sin secar que a veces evaporaba el vodka de 70º que cada uno de ellos compraba a otra vecina, que se dedicaba al estraperlo y que gracias a Dios, algunas noches también les vendía el corazón. y aunque nunca la quisieron, ni llegaron a besarle los labios, la soledad compartida era la mejor  de las opciones para las noches de suicidio.