La lluvia por fin amenaza con llenar el fin de semana de excusas para no salir de tu piel.
Haremos canciones con tu guitarra, que son tus dedos, y mi voz, que es tu nombre en una noche de verbena.
Y ya nada será distancia, ni "peros", ni fríos.
Seremos consuelo de los abrazos perdidos por cada día de la semana que no estuve
que no estabas
y que nos atrincheraron el corazón para resistir otra batalla más:
la del esfuerzo.
Ya no hay lamentos porque ya no hay tristeza. Solo el tenernos nos puede hacer sentir frágiles y por eso te digo
que no.
Que no me rindo.
Que hoy por fin la lluvia ha salido a tu encuentro.
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