dijous, de juny 21, 2012

No quiero perderte.

Cómo me duele ver que te consumes. Se te pegan los labios a los dientes y cada vez eres menos carne y más calavera. Lloro porque sé que lo sabes, que te estás marchando, y que tal vez piensas que es mejor así. El otro día te vió Carmen leyendo esquelas de antiguas amigas. Las guardas en la caja de los hilos, debajo de los dedales y los botones huérfanos. Yo no sé si fantaseabas con leer tu nombre en ellas. Con decirle adiós a este mundo del que ya casi no entiendes nada. Adiós al televisor que te grita palabras que ya no conoces. Adiós a las tardes de las que solo esperas que llegue la noche. Nacer es atarse una soga al cuello; los años, la aprietan. Siento que estás cansada y que estás esperando el último tirón de la cuerda de la manera menos mala. Yo, como siempre, en ese ataque de egoísmo que me caracteriza, no quiero perderte.