Que se me rompan las cosas es solo un símbolo.
Como lo es que ya no vayas a volver,
o la edad que no tengo.
Es un símbolo de mi involución,
de que estoy hecha añicos.
De que, como el corcho, estoy más vacía que llena
y por eso floto
aunque yo solo quiera hundirme.
Meter la cabeza dentro.
Bucear el silencio
y dejar de preguntarme:
¿cuánto hace que no me divierto?
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