dimecres, de gener 30, 2013

Sabiduría

Apenas le conocía. Ignoraba que calzaba un 43, que se mordía las uñas, que las tristezas le quitaban el hambre, que se tenía que quedar abrazado durante media hora después de follar. Y pese a todo sonreía porque se sabía vencedora y disfrutaba de esa información parcelada que él le ofrecía, de esos nodos sin nexos, porque sabía que llegaría el día en el que por fin los uniría y construiría un mapa con la piel y los huesos. Sabía que algun día alcanzaría a tocar la galaxias de lunares que alberga en su espalda y que las iría derrumbando, una a una, alejándolas de su gravedad para encontrar, por fin, el agujero supermasivo del centro; el vacío en el que todos guardamos las huellas del alma.