Hacía viento y tú estabas lejos.
Entre tu esquina de la cama y la mía había
un país entero
con ciudades desiertas
- ciudades arrasadas -
por una guerra,
tal vez,
por un desastre natural.
Un país con ríos y montañas
más bien una cordillera
una alta,
monstruosamente alta.
Tan alta que
cuando te decidiste a cruzarla
te entró miedo.
No me quiero caer, me dijiste.
No desde tan alto.
Fuera el viento hacía de las suyas.
Volaban sillas. También contenedores
y la basura bailaba sola.
Es un tornado universal, te dije.
Arrasará con todo.
Y en aquél silencio de después observé
lo que parecía un pronóstico:
destrozarlo todo
para volver a construir.
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