A veces

A veces he deseado perderme y que no me encontraran. Sí, a veces, he querido dejar de exisitir. No de cualquier modo, no a modo de suicido, no. Yo no he querido dejar de vivir. Sólo hacerlo para el mundo, para la gente, no para mí. A veces... he querido que nadie me hablara. Que no me preguntasen, que no me dijeran nada. Como si yo no existiera, pero para ellos, no para mí.

Y a veces... a veces ¡tantas cosas! A veces aún sucede. Sucede que quiero encerrarme en alguien que no sé quien es. Resulta que quiero encontrarme, ¿quién sabe?, quizá para conocerme y saber quien soy. Y a veces... aún pienso que es todo tan falso... que es todo tan mentira que lo inventé como excusa para justificarme, para decir que yo era tal cosa: la bondad y la maldad, el todo y la nada, o la razón y el impulso.

Y realmente no soy ni todo ni nada ni nadie. Ni razón ni impulso. Ni negro ni blanco. Gris. Ni uno ni otro, en medio, sencillo, como todo en esta vida. Ni nacer, ni morir. Vivir.

Por tanto, a veces... A veces me creo ser más de lo que soy. A veces me creo tan complicado que me doy cuenta de que soy tan sencillo... Soy tan primario como los pecados más puros. Tan absurdo como el protagnismo, la envidia y la fanfarronería. Tan estúpido como la hipocresía. Tan inutil que disfrazo tontamente el protagonismo, la envidia, la fanfarronería y la hipocresía bajo la careta de personalidad complicada. Tan imbécil que me lo creo, y cada mañana me digo que voy a ser más sencillo, mejor persona. Y cada mañana me traiciono. Y lo hago de tal forma que creo que si hablo, lo hago por extroversión. Que si no dejo hablar, es por sociable.

Sí, muy sociable. Tan sociable que me asusta la soledad. Tan sencillo como asustado. Tan complejo como saberlo todo. Tan absurdo como la vida. Tan estúpido como yo.

Y a veces... A veces lloro cuando entiendo quién soy.