dimarts, d’octubre 24, 2006

Tenía los ojos gigantes
y andaba golpeada
entre la espalda y el corazón.
Cansada
de tirar, tirar, tirar;
Se le escapó la sonrisa
a la vez que los olores
de entre los dedos.
Eran grises,
sus lágrimas.
Sin dueño.
Sin dirección.
Y la niñita se puso gorda.
Tanto
que le costaba tragar.
Tanto,
que le costaba llorar.
Tanto,
que se puso a rodar
y decidió
dejar la simbiosis
dejar el aire
dejarse las piernas
las manos,
los ojos.

Y echar a volar.
Sin gravedad.
Y mientras tanto, la razón...
podrida.
Sí. En estado de putrefacción.

1 comentari:

ferfo ha dit...

Habrá que callar a la razón para escuchar lo que solapa