dilluns, d’agost 22, 2011

Forastera

Hoy, cuando volaba de Barcelona a Madrid, iba en el avión una monja. La verdad, esta última semana ha hecho que me acostumbrara (aún sin quererlo) a la presencia de personas que trabajan para el Señor. Pero cuando he visto a la monja en el avión, destino Madrid, destino a la ciudad en la que la JMJ ya había llegado a su fin, no he podido evitar sentir que la mujer llegaba tarde. Como un gazapo. Una figura deslocalizada. ¿A qué irá ahora a Madrid si todo se ha terminado? Cuando he puesto los pies en el suelo (madrileño) he notado que hacía un frío terrible. Yo, que venía del agosto. Del agosto de Nacho, del agosto de una piel que siempre cede, que siempre quiere, de una carne dulce y candente, siempre dispuesta a acogerme. Y de repente, el frío de Madrid. El inexplicable frío del desierto. La frialdad en la aridez de la tierra que no recibe, la tierra extranjera donde no brota vida, al menos no brota la mía. Y con el frío y las nubes me ha dado por pensar en la monja y en si no era yo como ella, metida en un avión, destino a un lugar en el que nada me espera, al que llego tarde porque todo ha terminado ya. Una figura deslocalizada, eso soy yo. Un gazapo de la vida, un 'busca a Wally'. Un corazón recientemente caliente para esta soledad fría.  

1 comentari:

Anònim ha dit...

¡Me encanta!

Gatachata.