Necesito que sepas que he mutado y ya no soy el sitio de dónde vengo o el lugar del que huyo. Tampoco soy la llamada hasta que contesten, ya no. He cambiado. O cambié, no sé qué pretérito es más perfecto para la ocasión. Necesito que comprendas que ya no haré propósitos de año nuevo porque mi año empezó en agosto. Puede ser, me lo dices a veces, que mi vida tal y como yo la conocía - con la belleza, la alegría y los hombres buenos - acabara en agosto. Que me convertí en lamentos que buscan volver al lugar del que salieron, al lugar del que no debieron salir. Es probable que en agosto me atomizara, tras noches enteras tratando de encontrar sentido a la injusticia, a lo crudo y a lo cruel, a todo aquello que no venía de ti, que jamás vendría de ti. Pero quiero que sepas que aunque esa Andrea ya no exista, sigo desarrollando las actividades más vitales, como querer o tratar de no perderme, de no perderte. O luchar por que cada mañana, cuando suene este despertador absurdo que programo, no me quede paralizada viendo cómo me llega la vida.
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