divendres, d’octubre 26, 2012

Vómitos XVII (o la vida, que no llega)

Otra vez esa sensación.
Correr.
Pero hacia ningún lado.
Nada termina nunca de llegar.
Mis esperanzas se asemejan a los topos de luz que se cuelan por las persianas.
Intermitentes,
pequeñas lumbres que consiguen calentar el interior de mi pecho
donde nacen los deseos,
las ilusiones.
Pero
insuficientemente reales,
insuficientemente grandes como para que algún día
consigan que ardan.

No encuentro la salida.
Vivo atrapada entre estas costillas,
golpeando órganos,
alimentando vísceras
y sin poder salir.
Veo el exterior a través de los agujeros que dejó la carcoma.
Ésta es mi casa:
un escudo roído,
un caparazón apolillado.

Hay vida ahí fuera
y si algo bueno tiene
este alma de corcho
es
que la lluvia la cala
pero nunca,
nunca la ahoga.