Me marcho y acaso eso me
acerca de algún modo a ti, a tus viajes constantes y a tu falta de tiempo, a tu
ojalá estuviera yo allí, ojalá estuvieras tú aquí. Pero ni estoy
ni estás y yo me marcho y tengo la sensación de que, como tú, estoy en un lugar
al que no pertenezco; ni siquiera mi pecho consiguió ser tu casa y, si lo fue, yo
no lo sentí. Me marcho y aunque vuelvo, creo que nadie espera mi regreso. No sé
si también te ocurre; que te vas y no sabes si dueles o si alivias. Me marcho pero
vuelvo y tengo un caos esperando mi llegada: dejarme absorber o alejarme; matar
o morir. Al final todas estas incoherencias tienen una raíz: él no termina de
morirse y yo no termino de vivir.
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