Me pasa.
Me está pasando.
Practico todas las mañanas un ejercicio de reconocimiento:
aquí mis ojos, aquí mi boca.
Aquí mi hueco, todos mis vacíos.
Pero soy distinta.
Me pasa que ya no me preocupan
los que no me quieren.
Ignoro lo que escondo detrás de cada risa
o dónde guardo las lágrimas ahora, que ya no las uso.
Me pasa que ya no me caigo
ni necesito que me remonten.
Que no sé dónde quedan las marcas
de este cuerpo bombardeado por los desengaños,
por la soledad.
Por todos mis muertos.
Y también me pasas tú.
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