(I) Me acuerdo de la miel, de cómo aquel señor nos explicaba que pasea a sus abejas. Como si fueran mascotas, decía. Este verano las queria llevar más cerca del cielo, que así la miel es más dulce y viscosa. Probablemente ahora, polonicen Cadí.
(II) Me acuerdo de tu hambre, comiéndote la miel a cucharadas. Rebosando la cuchara de vómito de abeja. Tú nunca lo habías pensado de este modo; que es vómito. Me da asco lo viscoso. Pero no te digo nada.
(III) Sueño con mi abuela. Cocina una especie de potaje que nunca antes le he visto cocinar. Mamá entra a la cocina y vomita. Estás muerta, le dice. Me despierto empapada en sudor. Hoy no duermes a mi lado.
(IV) Te miro. Tú estás durmiendo y yo te miro. Imagino envejecer a tu lado y me pongo triste. No quiero morirme, pienso. No mientras aún existas tú. Al final me rindo al cansancio. Piensa en algo bonito para no tener pesadillas, me digo. Papá siempre me recomendaba un campo de flores. Sueño con flores y abejas.
(V) "Es un bicho tonto", me dices. No pica. Pero yo conozco las abejas. Me han picado una vez. En el ojo, te explico. Me besas las pestañas y me llamas pobrecita. Me besas la lengua. Pienso que me he mentido y que tu saliva es lo único viscoso que me gusta.
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