Cuando la vio por la noche, le pasó una cosa muy extraña. Creyó conocer su nombre. Creyó haber visto antes sus manos. Creyó ver cómo ella acercaba la mano hacia su pierna. Creyó sentir también cómo le apretaba fuerte, como si quisiera decirle algo. Creyó ver sus ojos pidiéndole un beso. Creyó, por desgracia, haberla besado. Creyó contar las pecas de su pecho y las de su espalda. Creyó beber de su ombligo y dormir entre sus cabellos. Creyó oler (y haberle regalado) su perfume favorito. Creyó conocer toda la historia de su vida y creyó que ya no era su vida sino la de ambos.
Por eso no pudo parar de llorar cuando aquella noche ella le regaló un beso.
Le supo a poco.
1 comentari:
Realmente alucino contigo...
Pues eso, que me gusta mucho.
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