dimecres, d’octubre 19, 2011

La vida sencilla

Ando. Despesperada, pero ando.
Tengo una tesina sin acabar, un tutor que no responde a mis llamadas
y una fecha de caducidad.
Tan cercana...
Engendro ideas grandes (¡gigantes!) en mi cabeza
que no soy capaz de ordenar.
El caos, la hecatombe.
La explosión inminente.
Y sin embargo, soy feliz.
Hago cosas sencillas como ir al gimnasio,
un trabajo de fotografía científica 
y preparar despedidas de soltera para gente casada
(sin penes, sobre todo nada de pitos).
Es difícil, porque tengo al fotógrafo japonés de mi tesina
todo el día en la cabeza
y al final sueño mezclado.
Cosas raras.
Como pérdidas de ordenadores en los horizontes
o sexo tántrico entre colchonetas inflables.
Efectos colaterales de la vida sencilla.

Ya ves, así estoy.
Ya no echo de menos y es raro.
A todo se acostumbra una; hasta a lo malo.
Eso sí; como mal. Siempre lo mismo
y con pan.
Ir al gimnasio es mi escudo:
"come lo que quieras que luego lo quemas".
Es un precioso ejemplo de pez que se muerde la cola.
Yo, que quería estar buenorra para la re-boda.
La de la despedida de no-soltera; ya sabes.
Madremía cuánta incoherencia.
Cuánta estupidez.
Lo mismo será tantas horas delante de esta pantalla cargada de "vidas reales".
Será que me adapté al mundo 2.0.
Tal vez crea que si no dejo escrito aquí lo que pienso,
será como si jamás lo hubiera pensado.