dilluns, de novembre 05, 2012

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En mis vint-i-cinc aprendí algo nuevo:
lo doloroso ya no me duele tanto.
Fue parte de esta asimilación del dolor,
de que tú no estés
y nosotros sí sigamos.
Me daba tanta pena...
Están aquí estos vint-i-cinc
y debo deciros que fantaseé
con que ya tendría hijos,
una casa tal vez, 
y un perro los domingos.
Sin embargo ahí estaba
soplando mis vint-i-cinc
sobre una cuajada
cuya miel se hizo cera fundida. 
Y él estaba allí
pero ni rastro de los hijos,
ni de perros,
ni de casas
aunque sí sopló conmigo
y probablemente creyó
pedir el mismo deseo.
Pero no, amor.
Lo que deseé soplando el dos rojo
y el cinco
(que ya casi era un interrogante invertido)
fue que el dolor por fin cicatrice
como casi-casi lo está haciendo
y que cumpla muchos más
a tu lado
de estos que se escriben con guión:
hasta el noranta-nou.